Dicen por ahí que quién cuenta un cuento aumenta un punto.
Voy a contar un cuento y de pronto perdono quienes aumentaren el cuento después. Mi madre me contaba este cuento cuando yo era niña.
Había un pez naranja llamado Petro que vivía en un acuario muy pequeño. Además de no tener espacio, su dueño no se importaba con él, y Petro vivía muy triste y hambriento, y sin espacio para nadar.
Un día una abeja pasó volando sobre el acuario y dejó caer una lámpara. Petro cogió la lámpara y pensó que aquella era su grande oportunidad de salir del acuario y llegar al mar. Entonces empezó a fregar la lámpara, y la fregó hasta el anochecer. Pero nada ocurrió. La lámpara continuaba inmóvil, como había llegado al acuario. Y Petro pasó un mes fregando la lámpara. Todos los días la fregaba, inventaba jeitos diferentes, fórmulas, cantaba y danzaba para la lámpara, y nada ocurría. Petro estaba encantado por la lámpara, soñaba con la posibilidad de salir de su acuario pequeño y vivir libre.
Hasta que un día, cuando Petro dormía agarrado a su lámpara, el dueño cogió el acuario e decidió soltar el pez en el mar, para que fuera libre. Y lo hizo.
Petro se fue al mar con su lámpara y cuando se despertó, estaba en un rincón de una piedra. Él no percibió que estaba fuera de su acuario, pues el rincón era pequeño y redondo. Así, Petro continuó fregando la lámpara, día pos día, mes pos mes y se fue quedando viejo y más triste, sus aletas se quedaban flacas, pues las fregaba todo en día en la lámpara, aguardando el genio que iría salvarlo. Y así, Petro nunca se dio cuenta que estaba en el mar...
No creo que Petro nunca ha percibido que el agua se quedó salada, pero fue así que me contaron este cuento.
El final de esa historia aún no se sabe, pero hincho por Petro, para que un día descubra que está en el mar y pueda disfrutar de la inmensidad azul.
miércoles, mayo 20, 2009
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